Un implante le cambiará la vida a un salteñito, que quedó
ciego y sordo al nacer. La operación la hizo un especialista
tucumano. El pequeño se comunicaba a través del lenguaje
de señas creado por Hellen Keller.
En 1994, en la ciudad de Hipólito Yrigoyen, Salta, nació
antes de lo esperado Gabriel Omar Barrionuevo. Llegó a este mundo
a los siete meses de gestación. Aunque los médicos le
habían dicho a la madre que era un bebé normal, Gabriel
permaneció dos meses en una incubadora debido a problemas respiratorios,
Al darle el alta, le dijeron a su mamá, Ema Rosa Morales de Barrionuevo,
que lo hiciera revisar por un pediatra y por un oftalmólogo.
El diagnóstico fue un golpe muy duro para Ema y para su esposo,
Omar Vicente Barrionuevo, empleado del ingenio El Tabacal. El exceso
de oxígeno le había dañado el oído, y las
lámparas ultravioletas le quemaron la retina de ambos ojos. El
bebé había quedado ciego y sordo.
A partir de ese momento, Ema no hizo otra cosa que dedicarse a la familia
y a Gabriel -el menor de sus cuatro hijos-. Nunca pensó en iniciar
un juicio por mala praxis. Descubrió que para entender a Gabriel
y para satisfacer sus necesidades, sus manos y sus besos reemplazaban
la palabra y los colores del mundo que el niño no percibía.
Con mucho esfuerzo, el matrimonio enviaba a Gabriel, dos veces por semana,
a la escuela para ciegos Corina Lona, en la capital salteña.
Allí aprendió a comunicarse con el mundo gracias al método
Hellen Keller, único lenguaje que existe para gente que es ciega
y sorda al mismo tiempo. Y lo hace a través de señas que
realiza en las palmas de sus manos y en su propio cuerpo.
Surge la esperanza
“Hace un par de años, la maestra de Gabriel me contó
que había una operación que les devolvía el oído
a muchos sordos. Me decía que aquí, en Tucumán,
hacían esa operación; que no perdiera las esperanzas y
que consultara con los especialistas”. A partir de entonces la
mujer se trazó una meta: buscar todos los medios para que su
hijo escuche.
Después de una serie de estudios, el experto tucumano Victorio
Stok le confirmó a Ema, a comienzos de este año, que Gabriel,
de 11 años, estaba en condiciones de recibir un implante coclear
y recobrar el sentido del oído. Hace poco más de un mes,
el médico le colocó el implante. “Me informaron
que este es el tercer caso en el país que una persona ciega y
sorda recibe un implante coclear”, indicó Stok mientras
revisaba a Gabriel, minutos antes de que la fonoaudióloga Andrea
Medina cumpliera con uno de los pasos fundamentales en este tipo de
cirugía: el encendido del implante. El momento fue tenso, pero
emocionante.
En presencia del doctor Stok, de la fonoaudióloga rehabilitadora
Cynthia Torres, de la psicóloga Nancy Palomo y de la fonoaudióloga
salteña Mariela Paredes, que integra el equipo que rehabilitará
en Salta a Gabriel, se realizó el encendido. Ema se acercó
a su hijo y le informó lo que estaba por ocurrir. El equipo pidió
silencio absoluto.
La voz de la madre debía ser el primer sonido que escuchara el
niño, y Andrea Medina encendió el dispositivo.
Instante crucial
“¡Hola! ¿Me escuchás? Soy tu mamá,
tu mamá...”, le dijo Ema, al tiempo que también
le hablaba con lengua de señas, para que el niño comenzara
a integrar esos sonidos con el mensaje. De inmediato, Gabriel cambió
de postura y sonrió. Esta respuesta hizo estremecer a la madre
y al equipo médico.
El placer que sentía lo expresaba a través de su cuerpo;
disfrutaba cada nota del xilofón y seguía con los pies
el ritmo de un tambor. En su mar de tinieblas, los sonidos comenzaron
a cobrar color.