Muchos ancianos buscan atención médica para su
pérdida de audición sólo tras ser presionados por
sus familiares o amigos.
Un estudio holandés indica que la mayoría de los ancianos
que se hicieron un chequeo auditivo habían acudido al médico,
porque los demás se quejaban de que tenían una mala audición.
Tres de cada cuatro ancianos que buscaban ayuda, informaban de que
sus allegados se habían quejado de su mala audición o
les sugerían descaradamente que se pusieran unos audífonos.
Entre los ancianos con discapacidad auditiva que no se habían
realizado ninguna prueba auditiva, solamente la mitad de ellos habían
sido alentados por sus familiares o amigos.
Una minoría de ancianos discapacitados auditivos se benefician
de la utilización de audífonos. Según el estudio,
solamente una persona de cada cuatro con discapacidad auditiva mayor
de 55 años usaba audífonos. Entre aquellos que no utilizaban
audífonos, 6 de cada 10 nunca habían buscado ayuda para
tratar su pérdida de audición, aun cuando la mitad de
ellos reconocía que su audición era mala.
El escepticismo hacia los audífonos es algo común entre
los ancianos, tanto para los que buscan ayuda como para los que no.
En cada grupo, de 4 a 5 personas estaban poco dispuestas a utilizar
audífonos. El 60 por ciento pensaba que había demasiados
inconvenientes asociados al uso de los audífonos.
El grado de pérdida auditiva también influía en
el deseo de consultar a un médico sobre su problema. Dos tercios
de las personas discapacitadas auditivas que buscaban ayuda consideraban
que su pérdida de audición les causaba serios problemas
en su vida diaria, mientras que lo mismo ocurría en tan sólo
un tercio de aquellos que no buscaban atención médica.
En el estudio participaron 1.419 individuos. Se descubrió que
una de cada tres personas de más de 55 años tenía
una pérdida auditiva que excedía los 30 decibelios.