Las otomisiones, los productos de distorsión y los potenciales evocados
auditivos (o de tronco cerebral) son técnicas de diagnóstico precoz
de gran similitud en lo que se refiere a eficacia en detección neonatal
de sorderas moderadas, severas y graves. Tal analogía en su efectividad
es comprobable a través de la comparación de sus resultados con los
obtenidos a partir de la audiometría por refuerzo visual (ARV) a los
8 y 12 meses de vida. Además resultan igual de eficaces para determinar
la audición a 2, 3 y 4 Khz.
No obstante presentan algunas diferencias en lo que a fiabilidad, tiempo
de realización y costes se refiere, según explica Jaime Marco, catedrático
de ORL y jefe de servicio en el Hospital Clínico de Valencia. Así, los
potenciales evocados se revelan más eficaces para determinar la audición
en la frecuencia de 1 Khz pero precisan más tiempo para su realización
y su aprendizaje resulta más difícil. Por su parte, las otoemisiones
no ofrecen información de las frecuencias más graves o dicha información
aparece contaminada significativamente por el ruido del ambiente hospitalario
o por la misma respiración del niño.
En cualquier caso, las tres técnicas y la ARV se muestran más efectivas
cuanto más intensa es la sordera. En ninguno de los tres casos se supera
el 4% de niños que son enviados al otorrino para estudios de sordera.
Para Marco, la asociación de pruebas aumentaría la fiabilidad del diagnóstico
si bien encarecería notablemente el cribado de estos niños. Amén de
esta posibilidad con sus pros y sus contras añadidos, el catedrático
se muestra partidario del cribaje universal ya que "la mitad de los
sordos que se descubren anualmente no tienen factores de riesgo, con
lo que si no s e analiza a los niños con riesgo se pierde la mitad de
la población"