A John "Skip" Sprague le apasionan los aviones. Como piloto
vuela en aviones pequeños
y como mecánico repara los aviones de pasajeros más grandes.
El lunes 25 de noviembre de 2002, fue a trabajar como mecánico
de aviones para una gran compañía aérea en el aeropuerto
John F. Kennedy de Nueva York, en mantenimiento de aviones de pasajeros.
Fue uno de los días más felices de su vida, no sólo
porque se hiciera realidad el sueño de toda su vida, sino que
además, supuso un gran triunfo tanto para Sprague como para todos
los americanos con discapacidad auditiva.
Durante 5 años, Sprague ha sido, a su pesar, un soldado de primera
línea en la batalla por los derechos de los sordos y personas
con discapacidad auditiva. Sus oponentes han sido los prejuicios y uno
de los gigantes del mundo de los negocios internacionales, la compañía
aérea United Airlines (UAL). Sprague tiene la licencia de piloto
desde hace más de 10 años, y es además un mecánico
de aviones altamente cualificado, entrenado, con experiencia e incluso
premiado por su trabajo. Desde que era pequeño había soñado
con poder poner sus servicios a la disposición de una gran compañía
aérea. La compañía United Airlines le contrató
en 1997 precisamente para ese trabajo en el aeropuerto Logan de Boston,
pero antes de empezar, recibió una carta de la directiva de UAL
diciendo que no le querían por tener una discapacidad auditiva
profunda.
"Fue muy doloroso y lloré. No me habían visto trabajar,
nunca me dieron la oportunidad de demostrar lo bueno que soy,"
dice después de cinco años.
Según los abogados del Centro de Ayuda Legal para Personas con
Discapacidad de Boston (Disability Law Center), fue una violación
descarada de la Ley de los Americanos Discapacitados que prohíbe
la discriminación de las personas con discapacidad. "Era
descerebrado," comenta Jane Alper, una de los abogados veteranos
del centro. "Estamos hablando de un trabajo que se realiza en un
entorno donde todos los empleados usan protectores para los oídos
y se tienen que comunicar por señas."
El 7 de agosto de 2002, la tensa batalla que se había disputado
parecía haber llegado a su fin cuando el juez del distrito, George
A. O'Toole, salió en defensa de John Sprague. El juez condenó
a la compañía aérea a pagar a Spargue 320.000 dólares
americanos por daños y pérdida de salario, exigiendo además
que le devolvieran el puesto de trabajo que le prometieron en un principio.
Los abogados que defienden los derechos de las personas discapacitadas
declararon que el caso había supuesto una gran victoria para
todos los millones de americanos discapacitados. Sprague estaba contento
y aliviado. Y los periódicos se hicieron eco del triunfo de un
David con discapacidad auditiva contra el ruidoso y poderoso Goliath.
Sin embargo, a mediados de septiembre las partes volvieron al campo
de batalla. La compañía United Airlines apeló el
veredicto. Sprague, en su casa de Grafton cerca de Boston, vió
como su frustración y dolor volvían, dudando una vez más
si alguna vez sería capaz de cumplir su sueño.
En 1997, Sprague tenía muchas esperanzas cuando pasó
por el proceso de selección, que consistió en varias entrevistas
en California y Nueva York, además de las pruebas físicas.
Los aviones habían sido su pasión desde que era un adolescente
y comenzó a pilotar aviones pequeños. Se graduó
en el Instituto Wentworth de Boston, especializándose en tecnología
para mantenimiento de aviones, asistió también a la célebre
universidad para personas sordas de Washington, D.C., la Universidad
de Gallaudet. Obtuvo su primer trabajo como mecánico de aviones
en el aeropuerto local de Taunton en 1986. Para comunicarse con sus
compañeros hacia uso de la lectura de labios, el habla y la escritura,
y sus audífonos digitales le permitían escuchar las señales
de alarma e identificar si el ruido de un motor era malo. Sus compañeros
y supervisores alaban sus cualidades como mecánico.
Sin embargo, cuando los jefes de la compañía United Airlines
supieron que el nuevo empleado no podía oír, impidieron
que progresara. Por el contrario, la compañía le ofreció
un trabajo en un taller de mantenimiento de motores en San Francisco,
a pesar de que Sprague decidiera entablar un pleito contra ellos por
discriminación, al haberle denegado el trabajo en el aeropuerto
de Logan.
"La decisión de enfrentarme a una compañía
tan poderosa como United, fue muy difícil para un pobre hombre
como yo," explica. "Pero lo hice con la esperanza de asegurar
que, ni mis dos hijas ni otras personas con deficiencias auditivas tengan
que enfrentarse jamás con este tipo de discriminación."
Durante un año, Sprague se desplazaba casi semanalmente de Boston
a San Francisco mientras mantenía el contacto por fax con su
mujer, Susan y sus dos hijas, Danielle ahora de 13 años, y Lauren
de 11. Después de ese año, volvió a Boston para
trabajar en otra compañía aérea, AirTran. Puesto
en el que permaneció hasta que AirTran trasladó sus operaciones
a Pittsburgh hace dos años. Desde entonces, tuvo trabajos esporádicos
como carpintero y jardinero en su ciudad natal de Grafton, mientras
esperaba que la pesadilla del juicio se resolviera.
El primer juicio, antes de los llevados por el juez O'Toole, duró
un mes. Varios mecánicos de aviones, supervisores y especialistas
en audición dieron testimonios detallados. Por su parte, United
Airlines argumentaba que Sprague no podía realizar las tareas
esenciales del hangar, y expresaban su preocupación por la seguridad
de las pistas de un aeropuerto tan concurrido. Pero sus argumentos contradecían
todo aquello que afirmaban los testigos y que habían demostrado
otras pruebas.
El juez O'Toole entendió que la compañía aérea
había actuado "de mala fe", y en su opinión,
los escritos explicando las razones de la denegación del puesto
de trabajo eran contradictorios, y sugerían simplemente que la
compañía no quería a un discapacitado auditivo
profundo en sus pistas.
Como el proceso de apelación se hacía interminable, John
Sprague estuvo a punto de tirar la toalla y abandonar, pero al final,
las pruebas cayeron por su propio peso en contra de la compañía
United Airlines. El 30 de septiembre, el juez O'Toole, elevó
la cantidad a pagar por daños y pérdida de salario a 420.000
dólares, más los gastos y salarios de los abogados - en
total, alrededor de un millón de dólares - y reiteró
la orden de que la UAL colocase a Sprague en su puesto de trabajo. La
compañía, actualmente amenazada por la bancarrota a consecuencia
de los atentados ocurridos en 2001, está dispuesta a llegar a
un acuerdo. Sprague recupera por fin su puesto de trabajo haciendo lo
que siempre había querido hacer, trabajando en el turno de media
noche en el hangar del aeropuerto JFK. Para él nunca fue un asunto
de dinero sino un sueño que quería realizar y una lucha
por mantener los derechos de las personas discapacitadas.