Por
primera vez en hubo un intérprete de lenguaje de señas
en el Museo Minnicelli con el fin de integrar el arte a las personas
que no oyen. En efecto, se trata del profesor Wilson Díaz, recién
llegado de Tucumán.
En su primer día asistieron varios integrantes de la comunidad
de sordos e hipoacúsicos y un par de oyentes que asisten al curso
del lenguaje de señas que se dicta en la Universidad Nacional
de la Patagonia Austral.
Díaz es profesor de enseñanza primaria (está por
concluir la licenciatura en administración educativa), trabajaba
en la Asociación de Sordos de Tucumán, donde aprendió
el lenguaje de señas, y también se desempeñó
como intérprete de señas para niños sordos en una
escuela de adultos de su provincia natal, y actualmente, se integró
a la comunidad sorda de nuestra ciudad.
Vemos que se están utilizando dos sistemas de comunicación
diferentes, lo cual es importante porque todos podemos comunicarnos
y entendernos por igual. Nosotros, los sordos e hipoacúsicos
-entre comillas-, no somos personas discapacitadas, ya que solamente
tenemos una limitación, precisamente la comunicación,
y al no tener audición, utilizamos la vista. Por eso nosotros
conformamos una minoría lingüística dentro de la
sociedad mayoritariamente oyente. Es decir, somos un grupo con una lengua
natural viso-gestual, una historia y cultura visual propias, señaló
Díaz
La lengua de señas, modalidad comunicativa que pasa a través
del canal visual-mímica-gestual (a diferencia de las lenguas
vocales, que vienen transmitidas y percibidas, mediante el canal auditivo-verbal-fonético),
es la lengua que gran parte de las personas sordas utilizan para comunicarse.
Tiene una larga historia, como las otras lenguas, pero todos reconocemos
que es bastante reciente. En los años ’60, en América,
un lingüista, William Stokoe, había comenzado a estudiar
esta forma comunicativa particular y ha descubierto, que ésta
posee una regla morfo-sintáctica, su propia historia, su léxico
y es una lengua a todos los efectos.
“El lenguaje de señas lo aprendí en mi provincia,
un día iba caminando por la calle, vi a dos personas que se estaban
comunicando con las manos y me pareció un desafío muy
importante aprender a comunicarme de esta manera, desde entonces hice
un curso y luego me he involucrado con otras actividades, como, por
ejemplo, la parte de educación, donde abren la integración
de estas personas en una escuela de adultos”, explicó Díaz.
Todos suponen que la única alternativa para el niño sordo
es la reeducación oral, que facilita la inserción en el
mundo de los oyentes, es un camino correcto, pero es necesario también
contar la lengua de señas y debería ser incluida como
materia educativa en la escuela primaria y secundaria.
“No sé porque me interesa, lo que sí sé
es que siento una gran curiosidad por el hecho de una comunicación
diferente, hay personas que están integradas y que viven en pequeños
mundos, que necesitan integrarse a este mundo más general, más
global, y es muy importante que tengan la posibilidad de acceder a lo
que es este mundo normal, como decimos nosotros”, señaló
el intérprete.
Muchos se preguntarán el por qué de enseñar una
lengua utilizada por pocos y si no sería más simple y
provechoso enseñar a los sordos la lengua hablada, que la mayoría
conoce. Pero se trata de un planteo muy superficial de la cuestión,
la respuesta lógica es, seguramente, “demos la palabra
a los sordos y no pensemos más. Son ellos los que deben aprender
el idioma real, no somos nosotros quienes debemos aprender las cosa
de ellos”. Este tipo de planteo surge de ver al sordo como deficiente,
necesitado de personas pacientes que los apoyen, en una palabra, el
sordo es ante todo un enfermo, un discapacitado en referencia al modelo
sano, que quiere que la persona escuche los sonidos y sobretodo que
hable (resultado evidente del buen éxito médico y rehabilitación).
Según el Intérprete del lenguaje de señas, “…ésta
es la primera experiencia en la provincia, la de visitar el Museo del
Arte Eduardo Minnicelli, para que la comunidad sorda comience a transitar
el camino de la cultura visual en todo sentido, me parece muy linda
porque yo pienso que si cada uno de nosotros pusiera un poquito de lo
que sabe y de lo que siente, se pueden lograr muchas cosas, y mi idea
es lograr pequeños mundos posibles en donde se puedan integrar
las personas con alguna discapacidad, y para que estas personas no oyentes
puedan entender, integrarse y tener acceso al arte”.
La lengua suplementaria del oyente es la seña, sin embargo,
para el sordo es la oral la lengua suplementaria. Las señas no
matan al lenguaje oral, esa es la conclusión. No existe una sola
lengua en el mundo, sino que hay muchas lenguas distintas, así
como dialectos y argots, como el lunfardo.
“A mí me gustaría que la comunidad de Santa Cruz,
en particular, comience a abrirse a lo que son las necesidades de las
personas con alguna discapacidad, y no solamente en el caso de personas
sordas, sino también hacia aquellos que padecen de otras discapacidades,
ya sean, visual, motora... para que se le permita el acceso a distintas
actividades culturales, deportivas, a partir de ahora", concluyó
el docente.