El 21 de abril de 2003, La Voz del Interior publicó una nota
titulada “Dramática denuncia de una joven sorda”,
en la que se relataban las dificultades por las que había pasado
una joven sorda al presentarse en la Jefatura de la Policía de
Córdoba para radicar una denuncia de un delito de instancia privada.
La joven tuvo que escribir la denuncia en un papel porque no
llamaron a una intérprete.
Conmovida por la situación de la joven denunciante, Romina
Finucci Pou, de 22 años, se comunicó para ofrecer
su testimonio, ya que es hija de padre sordo y madre hipoacúsica.
Su interés es que la gente conozca cómo es la vida, el
trabajo y las dificultades de los sordos.
La mamá de Romina es de Córdoba y cuando tenía
17 años, para que recibiera educación especializada y
ante la discriminación que existía con las personas
sordas, la familia decidió ir a Buenos Aires.
“Allá, mi mamá conoció a mi papá,
que es un sordo profundo, y se casaron. Mi madre, al ser hipoacúsica,
con la ayuda de un auricular, puede escuchar bastante”, explica
la joven, que ahora vive en Córdoba con sus abuelos que volvieron
a su ciudad natal.
De acuerdo con lo que expresa Romina, sus padres tuvieron más
posibilidades en Buenos Aires que en Córdoba.
“Mi padre entró a trabajar en el Deutsch Bank a los 18
años. Sacaba fotocopias. ¡Pero es un banco alemán!”,
enfatiza Romina, y continúa: “En las torres que tiene el
Deutsch Bank en Alemania, tienen departamentos especiales para gente
con discapacidad”.
De sacar fotocopias, el papá de Romina pasó a trabajar
en la imprenta. Luego hizo un curso especial para trabajar en el centro
de cómputos. Chequeaba el triple que un oyente.
No pudo ser jefe, por la imposibilidad de hablar por teléfono.
“Cuando el banco cambió de firma, la integración
fue más difícil. Papá comenzó a sentirse
muy discriminado”, dice Romina, y continúa: “Mi mamá
trabaja en una AFJP. Cuando quisieron venir a Córdoba con un
pase, no pudieron, porque eran todas oficinas externas, con atención
al público. En definitiva, no había lugar para ellos.
Conseguir un trabajo es muy difícil y más en el
interior”.
En cuanto a la educación de los sordos, existen las escuelas
oralistas, que son las que educan a la persona para que pueda expresarse
oralmente, y las instituciones que enseñan el lenguaje de señas.
El papá de Romina prefirió el lenguaje de señas.
“Yo desde los 3 años aprendí ese lenguaje para poder
entenderme con mi padre. Además, mi papá tenía
temor de no poder comunicarse con sus hijos, por su problema auditivo,
y no quería tener intérprete toda la vida. Yo lo aprendí
naturalmente”, explica Romina.
En diálogo con María Karina Audisio, directora
del Instituto Bilingüe para Sordos (Ibis), explicó
que, si bien es cierto que en el ámbito laboral la inserción
de los sordos es dificultosa, las opciones educativas y de reeducación
son, actualmente, muy variadas. “Este establecimiento está
dedicado a la enseñanza del lenguaje de señas”,
explica Audisio.
El Instituto del Lenguaje y la Audición Córdoba
(Ilac), que fue fundado en 1944, está especializado
en alfabetizar sordos. Estela Ferrero de Granja, su directora, explicó
que es un instituto dedicado a la educación de los niños
y jóvenes con sordera.
También existe en Córdoba el Instituto Domingo
Cabred, un profesorado en educación especial con orientación
en alteraciones en el desarrollo sensorial, hipoacusia y sordera. Claudia
Amusategui, la directora del establecimiento, expresó: “Este
es un profesorado para la educación de personas sordas, que cuenta
con un equipo técnico que ofrece atención a familias o
niños sordos, ciegos o con cualquier discapacidad. Además,
la cooperadora del Cabred ofrece apoyo terapéutico en lengua
de señas, con un especialista”.
Si bien es cierto que Córdoba tiene una variedad educativa para
personas con capacidades diferentes, muchos coinciden en que
son discriminados para desempeñarse en trabajos calificados.